Hay un hombre que mira con
lujuria cuando vuelvo de la compra, es mayor que yo, pero creo que servirá. Llevo
toda la semana pasada haciéndome la encontradiza. Ayer me contó que trabajaba
en un centro comercial, en el turno de noche. Intentando calentarme, me cuenta
que por las noches hay mucho ambiente de folleteo en esos sitios, donde siempre
hay limpiadoras, reponedores y otros profesionales que trabajan mientras los
demás dormimos. En broma le he dicho que seguro que allí se podía hacer un
sesenta y ocho, pensando que conocería el chiste. No lo conocía, pero se ha
mostrado interesado, al estar tan cerca del número mágico. Entre bromas, le he
dicho que si quería yo se lo podía enseñar.
Hoy he quedado en ir a
buscarle. Cuando he llegado ya estaba en la puerta, me ha metido dentro, para
enseñarme la habitación de seguridad. Le he preguntado que si desde allí tiene
el control de todas las dependencias, pero todas, recalco, y dice: bueno de
casi todas. Algunas por que las cámaras están estropeadas o mal orientadas y
son aprovechadas por los trabajadores y trabajadoras nocturnas. Ya sabes… -me
dice. En este punto me hago la excitada y le recuerdo lo de nuestro número,
cosa que el tenía en la memoria y en otro sitio visible. Me lleva a un pequeño
almacén de limpieza donde hay trapos y
mucho papel de manos. Le pido que se siente en el suelo y que me de unos
besitos, primero alrededor y luego en mi clítoris que imploraba ser lamido. No
sabía yo que una lengua se podía poner tan ancha. El caso es que ver a ese
señor de la calle, entre mis piernas, lamiendo tres cuartas partes de mi vagina
de cada lametón, me ha hecho perder el equilibrio y he tenido que agarrarme a
las balas de papel, y un minuto después morderlas como si fuera el miembro de
aquel señor, para tratar de evitar mis gemidos, que en ese momento eran
incontrolados. No he hecho grandes aspavientos, para que siguiera comiéndome. Así
varias veces.
Luego le he dicho, mientras
salía del almacén: un sesenta y ocho es esto. Tú me lo chupas y te debo una.
REMedioss
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