Quería tenerte
desde tu superficie hacia dentro. Comencé a andarte con mi mano. Tu piel flexible
se acomodaba a mi presión.
Empecé mi camino
por tu cabeza, buscando tu cuero cabelludo y masajeándolo suavemente. Acaricié tus
laterales, centrando tu mirada sobre mis ojos encendidos. Dejé tu boca, para
verla, sin hacerle caso aparentemente.
Mimé tu nuca, tu
cuello y tus hombros. Recorrí el límite de tu pecho, solo tratando de
acomodarte a mi estado. Tocar sin llegar. Tus ojos permanecían mirándome.
Visité tu vientre
con forma de mujer, con su hoyito suave. De ahí me dirigí a los muslos, a la
unión del cuerpo con las piernas, ese sitio de carne indefensa, donde clavé mis
dedos...
Voy a cerrar los
ojos y a abrir las piernas, dijiste.
REMedios
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