Me gusta la
fotografía. Cuando empecé, aprendí con los más expertos. De todo profesional
que había en mi ciudad, he bebido algo. De los jóvenes la fuerza y la
desvergüenza al hacer las cosas más atrevidas. A veces con aparatos muy
sofisticados. De los que estaban en ejercicio, las modas, el gusto actual y el
conocer a más profesionales. De los jubilados la paciencia y el poso de formas
que parecían muy difíciles o imposibles, y que con técnica se pueden lograr
hacer. Por pasadas que parezcan, pueden dar mejores resultados que con métodos
actuales.
De un antiguo
historiador, que en sus buenos tiempos fue un mujeriego, aprendí a utilizar los
medios de los que dispongo, a sacarle partido a lo que realmente tengo, a
desarrollar las partes de las que puedo estar más orgullosa. A formas que yo no
les daba valor, él me enseñó a potenciar mis propios recursos, y con la
seguridad que da el saber y comprobar que se hacen las cosas bien, a pesar de
la edad. He hecho grandes y placenteros trabajos, que de otra manera, nunca
hubiera hecho.
Este viejo
profesor me introdujo en el uso de técnicas ancestrales, con ingenios ya en
desuso, pero que conociendo las técnicas con las que fueron usados en su tiempo,
tienen un gusto especial, te sientes mujer de otros tiempos. Te puede sentir
mujer libre celta cuando usas el cuero para atarte, como un juego, a los
árboles, para hacer trabajos a la vista de todo el mundo sin que te vean.
Puedes utilizar el vidrio en lugar de los sofisticados plásticos actuales, más
perfectos, pero menos satisfactorios. También la madera evoca nuevas (y
antiguas) sensaciones. Ese olor a madera recién tallada…
Aunque la
verdad, a veces, creo que no me gusta la fotografía tanto como parece. En
realidad lo que más me gusta es otra cosa.
REMedioss
No hay comentarios:
Publicar un comentario