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lunes, 23 de mayo de 2011

Baño de Luna



Karina fue la última en quitarse la ropa. Se introdujo en el mar mientras abría los brazos, la mente y su cuerpo a todas nosotras. Había pedido que aquella tarde fuera su iniciación.

Cuando entramos al jardín de la casa, lo primero que hicimos fue dejar la fuerza del agua del mar en la ducha, y sustituirla por la delicadeza de la fuente que manaba en el centro de la explanada de césped. El ansiado líquido brotando de las entrañas con agrado, como centro de la vida y del placer hedonista. Alrededor el contorno de palmeras, refugio del nacimiento y sobre la bóveda que mecía la brisa, el manto carmín y luego azul oscuro de la noche. Rematado con una gema casi redonda en lo alto, para proporcionarnos la delectación que puede dar un entorno como este.

Cubiertos los cuerpos con túnicas transparentes, los pies desnudos, y solo con unas flores en el pelo, nos dispusimos a comenzar el noviciado de Karina. Danzamos a su alrededor con una música suave de flautas, que solo oíamos nosotras: fue un acto privado de exhibicionismo para que disfrutara de nuestras formas.

La tumbamos en un lecho con la fuente manando cerca de sus pies, rodeamos sus muñecas con cintas de colores y abrimos totalmente su vestidura. El último resplandor de la tarde tiñó su cuerpo. Después, sombras con túnicas le impedían recibir el baño que esperaba. Empezamos pocas y según aumentaba la tensión en el ambiente se fueron animando cada vez más. Entre delicadas caricias; unas posábamos nuestros labios con delicadeza por todo el cuerpo, sembrando el poder femenino; otras lamían todo resto de masculinidad de sus más escondidos rincones, ahora expuestos; algunas sopesando sus formas, dando suaves pellizquitos para hacer notar elegidas partes del cuerpo, rítmicos cachetitos liberadores… fueron aumentando la quemazón de la iniciada.

Se mantuvo la situación hasta el límite, y cuando ya había perdido la compostura, después de suaves movimientos buscando el contacto con todas nosotras, y los tenues suspiros dieron paso a gemidos incontrolados y estos a voces desesperadas, en ese momento, fue dejada pero admirada. Todas nos entregamos por parejas o tríos a alcanzar el baño de luna que le habíamos anunciado a ella. Cada pareja a nuestro ritmo, ofrecimos nuestro final a Karina, que ante la impotencia de moverse, se contorsionó en un espasmo final y con un grito prolongado acompañado de múltiples borbotones y palpitaciones del líquido, cerca de sus pies, Karina recibió su baño de luna. Ya era una de nosotras.
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