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martes, 12 de abril de 2011

El Cumpleaños



Le he pedido a Marta que se pasara con su novio para preparar el cumpleaños de mañana, en un  pequeño local que cerramos hace un par de años y que empleo para hacer fiestas. Han quedado en traer la bebida con el coche. Ahora hace mucho calor, por eso les he pedido que comprueben también que funciona el aire acondicionado. Yo sabía que tenían pocas oportunidades de estar solos, y le dije a Marta que no había prisa. Les he dado las llaves sobre las doce y les he dicho que pasaría por su casa antes de comer. El local está desocupado, y  para que no nos moleste gente ociosa al ver la tienda abierta, les he pedido que entren, cierren y se vayan a la parte de atrás.
Han llegado sobre la una, y después de dejar la bebida en el frigo, se han sentado a descansar. El aire acondicionado después de unos minutos ha empezado a refrescar la habitación. Como me imaginaba, Carlo aprovechando que estaban solos, empezó a besar a Marta. Ella con la puerta cerrada y las llaves sobre una silla solitaria, se ha quitado la ropa y ha empezado a bailar con una música creada por ella misma, que seguro que Carlo ni oía. Estaba de espaldas a la estantería y de frente a su novio. Siempre me ha gustado poder ver un buen culo descaradamente, sin tener que disimular como tengo que hacer cuando voy por la calle. Ella lo movía con gestos forzados y extremos, mientras la imaginación de Carlo seguro que se disparaba, como hacía el bulto de sus pantalones, que tuvo que abrir por miedo a romper la cremallera. Solo le veía el slip sobredimensionado mientras él se acariciaba por encima con los ojos también salidos de sus órbitas. Después de un rato de cada vez más frenético baile, se ha sentado encima de él como una amazona que domina su caballo, comenzando unos gemidos desbocados y todo han sido golpes rítmicos, sudores y derroche de todo.
Por la tarde había pedido a mis dos amores platónicos del grupo: Inka y Madu que trajeran la comida. Les di las llaves que me devolvió Marta. Me dijeron que irían sobre las cinco y quedé con ellas que me las devolverían sobre las ocho en el bar donde nos vemos por la tarde. Inka es noruega, rubia y pavisosa. Quizás sea por eso por lo que la amo en secreto. Parece que todo el mundo tiene que ser muy activo, y ella es tranquila. Tiene un cuerpo blanco y pecoso, la he visto cuando nos cambiamos en su cuarto, con facciones suaves, pecho infantil y piernas largas que me imagino recorridas por los jugos del placer y me vuelvo loca. Madu es negra, de estatura media y generosa en sus formas. Lo sabe y se regodea con ello. Me tiene alterada, a veces creo que lo intuye y me hace sufrir, con pequeños roces y confidencias al oído. A veces me habla tan cerca que me besa la oreja tratando de decirme algo que por supuesto no oigo, por sentirla tan cerca y deleitarme con su olor. Cuando se separa le obsequio con una sonrisa como si la hubiese comprendido y estuviera de acuerdo. El contraste del pecho sin desarrollar de Inka, con la grandiosidad de Madu, me hacen mirar de una a otra alternativamente, imaginándome lamer alternativamente leche con canela y chocolate.
Todo esto los sé porque en la trastienda hay una pequeña habitación que siempre he dicho que no tenía llave y que mi padre empleaba para hacer las cuentas y guardar el dinero. Tiene una pequeña mesa con un sillón, pero lo más importante es que tiene un cristal de espejo y se puede ver el sofá de la trastienda con toda comodidad, por un hueco de la estantería. Lo he visto todo y he disfrutado sin prisa de mi faceta de voyeur. Mañana será la fiesta de todas, hoy ha sido la mía.

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