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jueves, 16 de diciembre de 2010

La pelirroja de la esquina

  
Hacia tiempo que la veia dispuesta apoyada en la esquina del edificio que hay frente a mi casa. Yo llevaba tiempo pasando cerca de allí, pero evitaba acercarme, ya que no era uno de esos hombres desesperados. Pero sucedió. Cegado por una borrachera tremenda y un cigarro en la mano, la miré detenidamente, acoplandome a sus atributos femeninos.Tenía unos preciosos labios carnosos, no era extraordinariamente agraciada, pero tenía un cuerpo bien formado, y un voluminoso cabello pelirrojo rizado. Lucia buen culo y unas tetas bien puestas, me miró cuando me acerqué a ella.
- ¿Que te trae por aquí?- preguntó mirándome de arriba a abajo.
- Quiero una tía a la que echarle un polvo esta misma noche.
Ella sonrió.
- Eso está hecho.
Con el repiqueteo de sus tacones subiendo las escaleras y una risita, entramos en mi pequeño departamento. Olvidé quitar los calzoncillos que reposaban sobre el respaldo del sofá y lavar los cacharros que se acumulaban sin piedad sobre el fregadero. La conduje con la mano puesta sobre su trasero a mi habitación, que era lo único que no estaba tan asqueado. Con una velocidad sorprendente me agarró por la corbata y me tumbó empujandome con fuerza en la cama, tenia los labios pintados de rojo, ese típico rojo que te mancha toda la ropa y deja los labios ahumados cuando el color va desapareciendo. La esperaba ansioso mientras vaciló si quitarse la ropa o no, empezó provocándome quitándose el abrigo, sacó del bolsillo un condón y lo dejó preparado a mi lado. Llevaba un corsé purpura y una minifalda de cuero con unas medias de rejilla, me moría por tener ese cuerpo y esa boca. Bajó unos centímetros su corsé dejándome ver una pequeña parte  de sus pezones rosados. Con una risita se quitó el corsé, se bajó la falda y después las medias. Llevaba puesto un tanga transparente donde podía ver su feminidad escondida, la raja con poco vello en su pubis, me lanzó el tanga a la cara, el olor de su sexo me excitó. Jugando con mi mirada, hizo un striptease tocándose los pechos, meneándolos y cerrando los ojos imaginando que era yo el que los tocaba. Mi pene se erguia duro y pedía a gritos a esa chica, después se masturbó allí mismo, mientras bailaba para mí, el primer chorro de sudor resbaló por su sien. Se mordió los labios y pronunció miles de gemidos, se puso encima con las piernas abiertas y me rasgó la camisa. Me quitó los pantalones y calzoncillos, desenvolvió el condón y me lo puso con la boca engullendome hasta su garganta una y otra vez, su tacto me estremeció. Ella olía a fruta mezclada con tabaco, sus manos me ponían a cien, acariciaba mis pezones y bajaba hacia el ombligo. Con fuerza e insistencia frotó mi miembro de arriba a abajo haciéndome soltar miles de gemidos que acalló con su boca. Colocó mis manos sobre sus caderas y cabalgó encima de mí, echando la cabeza hacia atrás, azoté su trasero, y pareció gustarle demasiado. Después metió mi miembro en su zona caliente y húmeda, la embestí con necesidad, sentía que explotaría en algún momento, lamí sus tetas y succioné, mientras rogaba que no parara, que la tratase como una perra. Sabia provocarme y hacerme estallar en mil pedazos, dejé un buen chupetón en su teta y ella dejó su huella en mi cuello. Mientras probamos posturas infinitas, finalmente lo hicimos a cuatro patas y fue cuando me corrí con la voz en alta, dejándole el trasero empapado. Ella rió, se tumbó boca arriba, mirándome con esos ojos que pedían más. Acaricié su clítoris, primero lentamente y después con tal frenesí que abrió más las piernas y se arqueó ante mi contacto, luego lamí su húmeda zona insistiendo en el botón de su placer, de arriba a abajo, de izquierda a derecha, el gutural grito de mi fiera resonó en toda la habitación y probablemente en todo el edificio. Cuando terminamos chupó mi miembro dispuesta a no parar, su lengua daba vueltas traviesamente sobre el glande, lo hizo con tanta pasión que me corrí de nuevo en su boca, agarré su cabello cuando mi cuerpo se sacudía. Abrió su boca para enseñarme como se lo tragaba todo ante mis ojos, limpió sus labios con la mano y se vistió con rapidez. Agotado, busqué en los bolsillos de mi pantalón el dinero para agradecerle la excitante noche que me habia ofrecido. Se bajó el corsé para depositar el dinero entre la raja de sus tetas. Las toqué y meneé, volví a succionar sus pezones, me miró lasciva y seguimos follando hasta que las horas quedaron olvidadas. Fue el golpe seco de la puerta lo que me despertó al día siguiente, las sábanas olían a puro sudor y a Dolce y Gabbana. Con una sonrisa, preparé un café que empapó el ambiente con su rico aroma, me di una ducha y dejé que la rutina del día transcurriese. En la noche volví a pasar por donde solia estar ella, con esa pose descarada. La pelirroja chupaba un Chupa Chups y volvió a mirarme provocando una tentadora idea de pasar otra noche entre sábanas y juegos sucios.

                                                                                                                      Arácnida

1 comentario:

  1. esto si mola sigue asi aracnida mira se existiera el premio de pene de oro a relatos eroticos yo te lo daria joeeeeee ESTO ME PONE A CIEENNN MUY CACHONDO aunque sea un enfermo del sexo me gusta tu manera de escribr sigue asi por favor que muchos te lo agradeceran

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